LOS DIABLOS DE PÌLLARO
Descripción de personajes
Los
Diablos de Píllaro son los personajes populares de ésta fiesta, que
visten atuendos especiales cuya confección les toma mucho tiempo y
esfuerzo. Sus máscaras son elaboradas artesanalmente, su base principal
es un molde hecho en bloque de tierra a la que se le adhieren varias
capas de papel cauché empapadas en engrudo, se la deja al sol para que
adquiera una dureza y luego poder añadir cuernos y dientes de diferentes
animales tales como cabras, venados, corderos, toros, etc.; para
finalizar se le da colorido en varias tonalidades sobresaliendo el negro
y rojo.
Su
vestimenta consta de ropa multicolor, distinguiéndose las elaboradas en
tela espejo o satín, acompañadas con vivos o flecos que contrastan con
el color del traje. Muchos llevan capas con diferentes leyendas alusivas
al demonio, lucifer o el maligno.
En
la parte superior de la cabeza llevan una coronilla elaborada con
cartón prensado y forrada de papel celofán, otros llevan pelucas hechas
con pelaje de animales o de cabuya; aunque en la actualidad estos
elementos han sido reemplazados por pelucas, sombreros o paja plástica.
Complementan
el alusivo disfraz el acial o fuete, el ají o en muchos de los casos
animales ya sean vivos o disecados, que causan temor a los espectadores.
Música y Baile
Desfilan
bailando al son de una banda de pueblo siguiendo los ritmos de
sanjuanitos, saltashpas, tonadas y pasacalles, esto lo hacen alrededor
de las parejas de línea, que representan a los patrones; completan esta
comparsa las Guarichas y Capariches.
La
tradición cuenta que quienes se visten de diablos deben hacerlo por 7
años consecutivos, para que no les sucedan cosas extrañas. Al igual que
los conocidos 7 pasos que forman parte del ritual de danzar de diablo,
algo que está solamente en el imaginario popular.
MAS ACERCA DE LOS DIABLOS DE PÌLLARO
Y SU UBICACIÓN
El
Diablo salió esta semana a bailar por las calles de Píllaro, una ciudad
del centro de los Andes de Ecuador, para celebrar también el Año Nuevo.
En
esta localidad asentada en un fértil valle de la serranía ecuatoriana y
muy cerca del volcán activo Tungurahua, que algunos consideran la
morada del anfitrión, la imagen del Diablo es el centro de un festejo
que mezcla historia, arte, tradición y cultura.
Se
trata de la "Diablada Pillareña" que, parecida a la del Carnaval de
Oruro (Bolivia), conserva viva una tradición singular, considerada como
parte del acervo patrimonial de Ecuador.
La
festividad dura seis días y comienza el 1 de enero, con todo el pueblo
volcado a las calles, ya sea como parte de las comparsas o como padrinos
de la fiesta.
Grandes
caretas con formas de diablos, magníficas en detalles, y trajes de
colores fuertes, sobre todo rojos y morados, con grandes alas decoradas,
son el ropaje de los principales danzantes de Píllaro.
Las
comparsas las componen los diablos, las "guarichas" (mujeres consortes)
y "parejas", además de la banda de pueblo que entona a todo pulmón los
alegres sanjuanitos, ritmo principal en la "Diablada" de Píllaro.
Sin
duda, este festejo tiene su relación con lo que se representa en los
carnavales del altiplano boliviano, aunque los vecinos de Píllaro
reclaman su originalidad y, para demostrarlo, cuentan dos historias
sobre su origen.
Edgar
Patricio Carrera es un vecino de Píllaro, uno de los "relatores
oficiales" de la "Diablada", que además actúa en una de las comparsas o
"partidas" de baile más importantes de la localidad.
"Una
de las historias cuenta que la 'Diablada' surgió por la rivalidad entre
dos barrios, el de Marcos Espinel y el de Tumipamba. Cuenta que los
muchachos de Tumipamba acudían al barrio Marcos Espinel para enamorar a
sus mujeres", relata Carrera.
Los
celosos hombres del primero, para ahuyentar a los intrusos,
confeccionaron caretas hechas de calabazas vacías, a las que, como en
Halloween, decoraban con adornos macabros y velas en su interior, y que
dejaban en una quebrada que dividía a los dos barrios.
Ello
funcionó un tiempo, creó temor en los foráneos, pero luego se
desvaneció el miedo, por lo que los de Marcos Espinel se vieron
obligados a disfrazarse de diablos para proteger a sus muchachas.
"Ya
luego, cada barrio organizó comparsas para pasear por las calles. La
disputa entre los dos barrios todavía continúa y, a veces, sólo a veces,
se dan algunas peleas", señala Carrera.
Otra
historia, que es en la que el relator más cree, cuenta que los
indígenas y mestizos de la localidad, en el tiempo de la colonia
española, se vestían de diablos, como una forma de protesta contra la
esclavitud aceptada por la religión católica.
"La
gente pobre salía a bailar por el Año Nuevo con trajes que desafiaban
las creencias de los nobles españoles en las haciendas de la zona. Era
un baile alegórico y festivo contra el poder establecido", agrega
Carrera.
Se
entusiasma al recordar que sus relatos, además de avivar la imaginación
de los vecinos del lugar, que se saben de memoria las dos leyendas, han
sido escuchados y reproducidos en medios de comunicación de países
distantes.
"Me
han entrevistado de España, Alemania, Australia", dice Carrera, quien
también ha contado las leyendas a estadounidenses, peruanos y
colombianos que llegan a Píllaro para ver "esta tradición que es
patrimonio del país".
Él
mismo, como otros hombres, participa junto a decenas de jóvenes en la
comparsa del barrio Marcos Espinel. Hacerlo no es tan fácil.
"Hay
máscaras de todo tipo; hay unas que pesan unas 80 libras, porque son
hechas de madera dura", señala uno de los artesanos que ofrece al
público réplicas de las caretas.
"¿Se
imagina cargar ese peso durante horas, por varios días...? No es
fácil", agrega un vecino, mientras pide hacer silencio para escuchar las
refunfuñadas de los diablos cuando danzan por las calles.
Pero
la fiesta no está sólo en las comparsas. El público, además de admirar
las "partidas" y los detalles de los diablos, vive su propia fiesta en
las veredas de las calles, donde el baile, adobado con licor, es el
ingrediente que enciende el fervor pillareño.
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